miércoles, 11 de mayo de 2011

¡Hola Guerra! - Primera Parte




La música contrarrestaba el sonido del aire, el tema de Born to be wild sonaba en cada una de las radios de los helicópteros creando un concierto aéreo de lo más original.

A mi izquierda se encontraba el cabo Means, un hombre delgado con el cuerpo lleno de quemaduras que exhibían su experiencia en combate, portaba un chaleco bajo un cinto de granadas que cubría de hombro a cintura su torso. En su mano descansaba un rifle M-16, el arma reglamentaria del ejército americano, capaz de disparar tres ráfagas continuadas sin que el portador se vea muy afectado por el retroceso, a diferencia de los rifles convencionales.

De frente estaba el hombre al mando del pelotón al cual pertenezco, el Sargento Jameson, un hombre ya mayor, con un cuerpo fornido y una mirada que congelaba a todo aquel que tuviese el valor de postrar sus ojos en ella. Mascaba un chicle con la boca abierta mientras marcaba con un cuchillo las balas de su Python, el revólver reglamentario, pequeño pero mortífero para cualquier "Charlie".

Los demás no tuve tiempo para conocerlos, eran todos reclutas como yo que solo habían visto la guerra desde la televisión. Nunca habíamos matado a nadie, pero creíamos que estábamos preparados para hacerlo y no me aterra pensar en ello, sin embargo lo que realmente temía es que mi mirada se volviese vacía y agresiva, como la de aquellos que conocen mejor la muerte que la mismísima Parca.

Nosotros somos el pelotón Ginebra, formado por once miembros repartidos en dos helicópteros. Tenemos el objetivo de infiltrarnos en las trincheras del enemigo en una estepa olvidada por la mano de dios, se le llama el "Desierto del Diablo", porque todo aquel que permanece allí más de dos días acaba en el infierno.

- Señores, ustedes todavía no han saboreado el placer de verter la sangre comunista ¿Verdad? - Dijo el Sargento.

- Señor estoy deseando reventar la cabeza a miles de Charlies, señor. - Dijo uno de los reclutas.

- Hijo, si consigues matar a uno solo sin que te despellejen te recomendaré para una medalla. - Respondió Jameson desencadenando las risas burlonas del resto del helicóptero.

- Usted, ¿Cómo se llama? - Me pregunto a mi.

- Mi nombre es Nathan Dallison, Señor. - Respondí con decisión.

- Dallison ¿eh? ¿Eres de Texas? - Me volvió a preguntar.

- No, señor, soy de un pueblo de Colorado.

Tras estas preguntas carentes de sentido el hombre escupió al vacío el chicle que estaba mascando, este salió volando hacía atrás perdiéndose en la ventolera. Se sacó del bolsillo de la chaqueta un puro habano seguido de un mechero zipo, encendió el cigarro, lo saboreó y soltó una rosquilla humeante.

- Dallas, será tu nuevo nombre porque me gustan sus clubs, allí fue donde me tiré a la puta más cachonda. - Volvió a hablar con el puro humeando en su boca desencadenando las risas de nuevo.

Una pequeña base emergió en el horizonte, era de los nuestras. En ella poco a poco se pudo apreciar un par de edificios que parecían ser los barracones, un helipuerto y un hangar de vehículos terrestres. Aterrizamos allí tranquilamente y las tropas empezaron a desplegarse.

- Bien, señores a partir de aquí iremos a pie hasta el objetivo. No podemos acercarnos más por aire ya que nos han informado que los cabrones cuentan con apoyo antiaéreo, coger lo indispensable y prepárense para sudar la gota gorda. - Gritó el Sargento.

Yo, como la mayoría de los novatos, iba cargado con todo el material que creía importante, pero al final todos nos quedamos con nuestro rifle, una colt 45, una mochila con nuestras raciones de comida y agua y un cinto con cargadores.

Comenzamos la ruta hacia la estepa, con el sargento guiándonos. El trayecto se hizo duro, el sol mermaba nuestra energía de forma acelerada y la tierra arenosa se pegaba a nuestra piel como una pasta impermeable que nos hacía sudar todavía más. El cabo nos explicó la tarea propia de cada uno, a mi me tocaría junto con otro recluta llegar hasta las oficinas subterráneas para coger cualquier prueba del posible proyecto de ataque que Inteligencia creía que llevarían a cabo.

Llegamos a una zona rocosa, rocas grandes como tanques se expandían ahora delante nuestra con pinceladas tímidas de arbustos secos y árboles. El Sargento ordenó con una seña de su brazo que nos agachásemos y guardásemos silencio, esta zona era perfecta para comernos una emboscada. Ordenó avanzar lentamente y con ojo avizor. Contemplé como algunos de los nuevos apuntaban temerosos con sus rifles a cualquier indicio de movimiento, temblando y algunos hasta dejaban escapar sordos gemidos de nerviosismo.

Se pronto, vi algo en una roca, parecía como una especie de sombrero blanco pero no me dio tiempo a fijarme, rapidamente desapareció. Me acerqué lentamente a la zona, me apoyé en la roca y me lancé con rifle en alto a la dirección donde desapareció el objeto. No había nada ni nadie, suspiré y bajé lentamente el arma, el cabo apareció detrás mía y me preguntó:

- ¿Qué sucede soldado?

- Creí haber visto algo, Señor. - Respondí bajando la mirada decepcionado.

- No se fíe, esto es Vietnam y la locura también es un enemigo fuerte. Siga sus instintos pero procure no perder la cabeza, es la mejor arma que tiene y sin ella no sobrevivirá. - Me aconsejó.

- Gracias, Señor. - Respondí agradecido y volví a mi formación.

Atravesamos el área rocosa y nos adentramos en la selva, el Sargento nos dijo que Inteligencia encontró unas madrigueras del Vietcong que podíamos utilizar para llegar más rápido a las trincheras enemigas, pero antes tendríamos que limpiarlas ya que aunque el informe decía que estaban abandonadas, no es la primera vez que se equivocaban de pleno.

- Los vietnamitas son como putas ratas, se reproducen hasta en la mierda y seguro que volverán a casa de mami a comer el queso, preparar vuestras armas porque seguro que tendremos la fiesta servida. - Esa frase del Sargento se me quedó bien grabada.

Comenzamos a reptar por la frondosa jungla, arrastrando nuestros cuerpos entre el fango y las hojas. El Sargento nos ordenó pararnos nuevamente, habíamos llegado a las madrigueras pero como bien había dicho el Sargento, estaban repletas de actividad vietnamita. Mientras los dos al mando discutían como proceder el ataque, una serpiente de severas proporciones se deslizo por las piernas de un soldado que estaba apostado enfrente de mi, el animal llegado al momento oportuno enroscó el torso del soldado haciendo una espiral y este comenzó a gritar de dolor.

El Sargento se sobresaltó con los gritos.

- ¡Qué coño pasa!

- ¡Señor, una serpiente esta atacando a Shutterland! - Dijo un soldado asustado, el hombre era de baja estatura y llevaba unas gafas que le daba el aspecto del típico empollón de escuela.

El atacado se retorcía de dolor en el suelo mientras el animal lo abrazaba más fuerte, los gritos también alertaron a los vietnamitas que enviaron una patrulla a nuestra posición. Jameson desenfundó su cuchillo militar, se acercó al pobre hombre y le arremetió una cuchillada en un lado del cuello. Todos nos sobresaltamos al ver la acción de nuestro superior, implacable e inesperada.

- ¡Señor! ¿Por qué le ha matado? - Preguntamos todos

- Ya estaba muerto, este bicho es una pitón tigrina y una vez te coge te aplasta los huesos hasta dejártelos hechos papilla de la abuela. Era preferible acabar con su sufrimiento antes que cargar con un soldado que no sirve de nada. - Respondió seriamente.

La serpiente se dispuso ahora a engullir su trofeo, ninguno de nosotros se quedó mirando la desagradable escena.

Means nos avisó de la aproximación de una patrulla enemiga, nos tumbamos nuevamente y nos cubrimos los cuerpos con hojas y lodo, para camuflar nuestra presencia. La patrulla pasó muy cerca nuestra, atenta a cualquier alteración en el medio. Cuando divisaron a la pitón engullendo a nuestro compañero se alarmaron al identificar el uniforme americano, pero dos soldados avisados previamente por el Sargento apuñalaron en silencio a los dos curiosos.

El resto de miembros de la patrulla esperaban juntos e impacientes, Means lanzó una granada de fragmentación tipo beísbol que cayó en el centro del grupo sin que estos se percatasen. La explosión acabo con todos ellos, originando una lluvia de trozos de carne y ropa rasgada. Los demás soldados enemigos gritaron al escuchar la explosión y alzaron sus rifles, disparando en nuestra dirección.

- ¡Ahora maricones, demostrarme porque estáis aquí! - Gritó Jameson levantándose y disparando su rifle.

Los demás imitamos su movimiento, ambos ejércitos intercambiamos ráfagas. Los VC fueron cayendo poco a poco, el ataque sorpresa improvisado resultó efectivo, sin embargo tuvimos dos bajas: Jonh Cassis y Michael Larsey, dos novatos como yo, nunca tuve la oportunidad de conocerlos y ni tan siquiera de hablar con ellos. El Cabo recogió sus chapas de identificación:

- Descansad en paz, compatriotas. - Dijo arrodillado ante los cuerpos sin vida, mientras hacia el gesto de la cruz católica con el dedo.

- Means, no me jodas que en tu vida eres cura. - Comentó el Sargento, que pasaba por allí mientras se encendía otro puro.

- Soy Pastor en mi barrio, Señor. - Respondió mientras se levantaba ofreciéndole las chapas a su superior.

- Quédeselas, no soy tan buen hijo de dios como para cargar con ellas. - Dijo haciendo un gesto de desprecio.

Tras esto, el Sargento nos indicó como teníamos que recorrer las madrigueras. Eran pasadizos donde apenas se podía avanzar agachado y la oscuridad era la dueña, el peligro de derrumbamiento aseguró que era mínimo, que tuviéramos más en cuenta la presencia de VC, pero yo no sabía cual de los me atemorizaba más, si morir aplastado por rocas o apuñalado por otro hombre.

Me tocó ir delante, con una linterna agarrada por una mano mientras con la otra sujetaba la batería, totalmente desarmado pero alguien tenía que hacerlo. Las gotas de sudor me resbalaban una a una, engendradas por el miedo y el calor que hacía ahí debajo, "Esto en verdad es el infierno" pensé para mis adentros.

Al llegar a un punto el camino se bifurcaba, el Sargento se cagó en todo los santos que pasaron por su mente y optó por dividir el pelotón. El Cabo se opuso a la idea ya que uno de los grupos tendría que avanzar a ciegas, estaría condenado a una muerte segura, sin embargo el Sargento no retiró su orden y se crearon los dos grupos: uno liderado por el Sargento que seguiría por la derecha con tres hombres (en el cual continuaba yo iluminando a la cabeza) y el otro con los tres restantes guiados por el Cabo. Me quedé intrigado por un detalle mientras discutían los superiores, unos cables, puestos maltrechamente, recorrían los pasadizos comenzando por la bifurcación izquierda y seguían hasta perderse en la oscuridad.  Los grupos acabaron por formarse y continuamos nuestros caminos, cada cierta distancia, los cables penetraban en la tierra y volvían a emerger, dejando un hueco en blanco en su recorrido.

De pronto se escucha la llamada del walkie-talkie del Sargento, este apretó el botón de recepción y se escuchó la voz de Means gritando:

- ¡Salgan de ahí! ¡El túnel esta repleto de Goma C3!

- ¿C3? ¡Eso es imposible, es un explosivo prototipo! - Respondió enojado el Sargento

- ¡No bromeo Sargento, aquí hay tanto explosivo que puede hacer salir por los aires un aeropuerto!

- ¡Mierda! ¡ Joder! ¡No nos queda nada de camino, seguiremos pero más rápido soldados! - Ordenó Jameson.

Comenzamos a movernos depirsa, los suspiros de nerviosismo se escuchaban a pesar de que estuviera en la cabeza del grupo. Llevábamos media hora desplazándonos cuando se escucho una explosión lejana y todo el subsuelo que nos rodeaba tembló dolido.

- ¡Rápido cojones! ¡Más Rápido! -  Gritó el Sargento.

Las explosiones se fueron sucediendo una detrás de otra, cada vez se sentían más próximas. No fue difícil deducir que cada hueco entre los claves se trataba de un explosivo enterrado, a este paso las explosiones acabarían por alcanzarnos y destrozarnos. La tierra y y pequeñas rocas caían sobre nuestras cabezas, creía que no lo contaba.
Al final conseguimos divisar una luz lejana, corrimos lo más que nos permitía el hueco del túnel, acabé soltando la linterna para moverme con más rapidez. Sin embargo la onda expansiva de las explosiones nos alcanzó y el túnel se estaba derrumbando del todo. Gritábamos aterrorizados, nos empujábamos y a nuestra sorpresa lo que nos salvó fue otra explosión. Estábamos ya cerca pero las rocas comenzaron a bloquearnos la salida, una última detonación nos empujó con cantidades industriales de tierra hacía el exterior y salimos despedidos por la apertura.

Fue un milagro, estábamos vivos, todos. El Sargento llamaba incesantemente al Cabo para saber su estado, pero el walkie solo emitía sonidos de interferencias.

- El Cabo es duro mi Sargento, seguro que habrá salido de esta. - Le dije para calmarlo.

- Lo se, Dallas, lo se mejor que nadie. - Suspiró Jameson mientras guardaba el walkie.

De pronto se escuchó el grito de un VC, nos dimos la vuelta y allí estaban. Muchos de estos mamones apuntándonos y gritándonos. El Sargento ordenó arrojar las armas y tumbarnos con las manos sobre la cabeza, así lo hicimos menos uno, el chico de las gafas de empollón, que atemorizado empezó a sollozar y disparó su arma contra los vietnamitas. Apenas había apretado el gatillo cuando fue acribillado por cientos de balas, quedó totalmente destrozado e irreconocible.

Los tres que quedábamos, llenos de polvo y sudor, temíamos lo peor. Sabíamos que nos torturarían, que nos harían cualquier cosa por descabellada que fuese para que traicionásemos a los nuestros.

Lo que ocurrió después nunca lo hubiéramos imaginado...



- FIN de la Primera Parte -

No hay comentarios:

Publicar un comentario