miércoles, 4 de mayo de 2011

La "eterna" verdad



Erase una vez un hombre que sentado miraba al infinito.

Sentado en una silla de madera, sencilla y vieja, que se estremecía con tan solo la suave brisa del viento.

El hombre observaba los cambios del cielo, para él, el tiempo pasaba diez veces más deprisa y el viento le susurraba lo que iba acontecer en el futuro. Permanecía impasible a las demás personas que hacían sus vidas y evolucionaban hasta alcanzar su hora final. Para él el tiempo pasaba más deprisa, pero era eterno.

Sin mover un músculo, sin pronunciar una mísera palabra, el contenía en su corazón más sentimientos de los que nunca nadie había conseguido atesorar, en su cerebro las experiencias se contaban como miles...


En sus ojos la motivación de la vida no existía, ya había vivido la suya propia pero el destino no quería llevárselo. Por eso tras miles y miles de años de constantes cambios, de vidas prendidas y apagadas, de entradas regaladas a sentimientos que duraron menos que la caída de una gota de lluvia...

El se agotó y decidió apagar sus instintos, su humanidad relegada al pensamiento inmortal.
Su cuerpo sentado, sin entumecerse, sólido y estático, totalmente inservible.

¿Por qué soñamos con la eternidad si no podemos andar a su paso?

La cicatriz de su corazón era más fuerte que cualquier coraza, sus sentimientos humanos le traicionaban cada vez que se enamoraba, daba luz a un hijo, lo cuidaba y este moría en sus brazos porque el tiempo era justo con ellos. Tantas veces experimento ese dolor, que ya no era capaz de comprenderlo como una desgracia. Es increíble como la mente puede acostumbrarse a las experiencias más horribles.

Llego un momento, que ni él mismo era comprendido, no, él ya no era capaz de comprender a los demás porque todas las reacciones, sentimientos, emociones y aspiraciones de los seres que le rodeaban carecían ya de importancia, todo era siempre lo mismo, la aburrida y cíclica humanidad...


Podía matar sin remordimientos, hablar sin prejuicios, pensar sin barreras, el miedo hacía tiempo que era un hecho ridículo.

¿Qué podemos decir del conocimiento?

Descubrió que este era limitado. Cuando estudió y aprendió lo que ningún erudito hubiese imaginado, supo que la necesidad de saber tampoco era compatible con la eternidad. Los placeres también pasaron a ser una rutina cada vez menos atractiva, ya no quedaba nada que el mundo pudiera ofrecerle...

Por eso decidió matar su cuerpo físico condenándolo al paso infinito de las horas sentado a una silla mientras su vista era obligada a clavarse en la más recóndita "nada". Así permaneció, permanece y permanecerá hasta que la Muerte encuentre su libreta pérdida para acabar con aquel que no podía temerle [...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario